sábado, 7 de marzo de 2015

¡Bailando en la Gran Vía!

Decididamente no ha sido una excursión como las de siempre. No. Ha sido otra cosa muy diferente a lo que están acostumbrados.
De repente se han visto metidos en la vida de Madrid. La Gran Vía les ha invitado a entrar en su día a día y ellos lo han hecho encantados y con mucho entusiasmo.
Lo que han conseguido hoy Esther Martín y Jesús Campillo con su equipo... ¡eso sí que es magia!
¡Que bonito es Madrid! Y, sobre todo, como acoge a la gente sin preguntar y sin mirar. Por eso, la vergüenza que han podido sentir al principio, ha desaparecido en un momento sin darse cuenta.
Los semáforos y pasos de cebra de la Red de San Luis y Callao han visto como un grupo de personas anónimas danzaban por su asfalto sin temor a ser observados ni etiquetados. Por eso hoy han experimentado sensaciones que nunca habían sentido. ¡Qué cara de felicidad tenía Luisa! Y Juan, a su aire, tranquilo, sosegado y metido en sus pensamientos, pero al mismo tiempo observando lo que le rodeaba. Verónica estaba feliz, algo cortada pero a la vez presumiendo de lo que hacía. Fernando Maroto y Angelito estaban pletóricos y con una sonrisa que trasmitía mucha calma. Y así todos... seguros y con ganas de hacer todo lo que se les ha dicho, lo que han querido y, sobre todo, con ganas de no parar.
Después había que reponer fuerzas y el aperitivo en Casa Labra en Preciados ha estado bien. Había que tomar bacalao y croquetitas para reponer fuerzas y también saborear ese pincho típico.
Y después a la Puerta del Sol para mirar el reloj de Nochevieja y meterse entre el bullicio de gente que allí había, pero sin esconderse de nadie ni ante nadie. Allí, en el KM 0 de Madrid, en pleno corazón del centro de esta ciudad tan hospitalaria, han bailado y danzado sin parar, entre risas y más risas y con una cara resplandeciente.
¡Y más tarde al mundo de Apple! Aquí han flipado, y más cuando han visto La Casa Grande de Martiherrero ¡Cuánto tiempo hemos estado allí! Y nadie se acordaba ni de comer ni de fumar, pero había que comer y, así, por la calle Arenal hemos ido a Ópera, al Teatro Real y allí han bajado al metro y luego al Palacio Real en la plaza de Oriente y más tarde a comer y a descansar a los jardines de Sabatini, ¡qué tranquilos y qué bonitos están!, ¡y qué buena la napolitana de la Mallorquina!. Y después para Ávila, a nuestra casa.
En definitiva, un día 10, no ha podido salir mejor. Todos hemos disfrutado mucho. Algunos hasta hemos tenido nostalgia y hemos sentido muchas añoranzas.
Vosotros habéis descubierto sensaciones nuevas que os dan fuerzas para creer en vuestras capacidades. La Casa Grande es muy acogedora pero Martiherrero es demasiado tranquilo. Por eso estamos obligados a enseñaros la vida que hay fuera y que el mundo no se acaba en estos lugares pequeños que frecuentáis.
En el día después tendréis muchas cosas que contar sobre lo que habéis vivido, pero lo más importante es lo que a vosotros os ha quedado dentro, y cómo va a influir en vuestro día a día.
Cuando se viven experiencias nuevas, intensas y positivas, el futuro se ve con optimismo. ¡Aprovechadlo, que nosotros os vamos a apoyar!