domingo, 14 de junio de 2015

¡50 años en familia!

Jueves 11 de junio, la Casa Grande de Martiherrero ha demostrado ser más grande que nunca y acoger y abrazar a todas las personas que la arropan y la quieren.
El día amaneció triste y lloroso, lleno de nubes y cayendo agua como si no hubiera caido nunca. Hubo truenos, relámpagos y charcos y más charcos. Pero sobre todo hubo más de 400 personas reunidas bajo un mismo lema y con una única intención y un solo deseo: "recordar lo vivido durante 50 extensos años".
Estaban todos, no faltaba nadie ni nada: los chicos, los trabajadores, las familias, asociaciones y, sobre todo, el recuerdo, pero este ultimo con mayúsculas.
El recuerdo de un pensamiento que primero fue un imposible, luego un sueño y más tarde la tarea más sublime y maravillosa que hicieron realidad tres hombres y una mujer: el sacerdote de Cáritas D. Bernardo Herráez, D. Alfredo Abella, siempre acompañado de su esposa Dña. Carmen Santacana y que era sus ojos y sus manos, y por último, el abogado D. José Santacana.
Estaban como siempre los anfitriones de la Casa, los chicos. Sin ellos esto no existiría. Y estaban más felices que nunca porque ese día también hacen realidad su sueño: reúnen y juntan a sus dos familias y, los que ya no tienen a la suya propia, se abrazan con todas las demás porque también las consideran suyas. Para ellos no importan los apellidos, solo cuentan los afectos y los abrazos sinceros.
Gracias a todos los trabajadores de la Casa Grande porque siempre estáis ahí, donde toca pero, sobre todo, donde queréis estar.
¡Qué paliza nos pegamos el jueves! Pero sabíamos que tenía que ser así. Siempre que hay un plan A, tiene que haber un plan B, pero es raro que también tenga que haber uno que sea C. ¡Y nos tocaron todos! Pero fuimos muchos, como siempre, o quizás más que siempre.
Gente de fuera llamó para ver si se suspendía todo el acto o que pasaba, porque nuestros jardines parecían una balsa y nuestros árboles barcas... pero no estaba nada a la deriva, alguien los manejaba y no era una persona, sino cientos de ellas que se empeñaron en cambiar las lágrimas de los árboles por sonrisas, que demostraron que cuando se quiere se puede y se consigue.
Y así fue y así ocurrió:
Primero nos reunimos entorno a una eucaristía en un lugar bastante emblemático de esta Casa: las galerías de las aulas. ¡Qué emocionante el coro y sobre todo David con su Ave María! Y después varios actos en el salón polivalente. Había que enseñar a las familias todo lo que hacéis chicos, como sois y hacia donde vamos.
Y ahora toca hablar de ustedes, sus familias. Gracias por estar aquí, gracias por esa placa tan maravillosa que desde el día 11 y para siempre estará en ese lugar destacado como símbolo de reconocimiento y de unión entre la Casa Grande y las familias. Siempre estuvo claro lo que queríamos simbolizar y parece ser que ustedes también: "la Casa Grande de Martiherrero, 50 años en familia".
Gracias por confiar en nosotros aún cuando los vientos no fueran en nuestro favor, gracias por confiarnos el tesoro más grande que tienen: sus hijos.
Gracias por perdonarnos nuestros fallos, gracias por saber de vez en cuando valorar nuestras cosas bien hechas.
Gracias por tenernos un poquito de afecto y por admirar nuestra labor.
Yo solo les pediría una cosa: confíen en la casa Grande y en todo lo que hay dentro de ella. Presuman de ello y siéntanse orgullosos de pertenecer a una institución que solo busca "servir a los demás". Ustedes más que nadie pueden y deben ser nuestros mensajeros y portavoces. ¡Ah! No lo hagan por nosotros sino por ustedes mismos. Esto es lo más importante.
Y así fue pasando el día y comimos todos juntos, más que nunca, en el interior de la Casa Grande. ¡Menos mal que es muy muy grande! Y hubo risas, charlas y una larga sobremesa.
Y dejó de llorar el día y más de 400 sonrisas consiguieron que saliera el sol, tímido pero salió. Y a partir de ahí todo estuvo lleno de movimiento, baile y canticos. Y llegaron los dulzaineros de Carbonero el Mayor porque una madre, Rosa, lo facilitó. Y se rifaron regalos que algunos padres consiguieron para este evento.
¡Resultó cuanto menos curioso ver a las familias ocupando los sitios de los chicos en los comedores! Por un día les dejaron experimentar las sensaciones que tienen ellos en ese lugar todos los días.
Y después llegó la orquesta, la de siempre, la que nos acompaña todos los años y la que no podía faltar en el 50 aniversario. Gracias Luis Campillo porque siempre que te buscamos te encontramos y siempre con tu lado generoso y solidario.
Y bailamos, danzamos y jugamos. Y allí estabamos todos, pero cuando digo todos, es todos... los que están contentos, los que están tristes, las penas y las alegrías todas juntas. Porque es cierto que entre tantas personas, los estados de ánimo varían mucho y las situaciones personales mucho más aún.
Por eso, gracias de corazón a todos los que quisieron estar en un lugar mágico en un día maravilloso y en donde muchos casi tocaron el cielo con las manos y todo porque tres visionarios, hace 50 años, inventaron un lugar conocido como la Casa Grande de Martiherrero, con las finalidad de servir a los demás.