lunes, 27 de julio de 2015

LA CASA GRANDE VERÁ AL PAPA EN EL VATICANO

Nunca una noticia fue tan soñada, nunca una noticia fue tan esperada y nunca una noticia atravesó con tanta fuerza los muros de esta Casa.
Para entender todo esto hay que remontarse al mes de enero, al inicio de la celebración del 50 aniversario de esta Casa. Este número en la vida de una persona es muchísimo más que el tiempo que le queda por vivir, ahora bien, en la vida de una institución con lo que tiene que ver es con la solidificación de sus cimientos ideológicos y con las raíces que ha echado.
Había que hacer cosas, había que rememorar el pasado, vivir el presente y construir el futuro; todo este planteamiento había que hacerlo de una manera muy profesional, con mucha coherencia y muchísima dignidad.
Se formaron equipos de trabajadores y de algunas familias para iniciar este proyecto y dada la envergadura del plan a seguir, la dirección de esta Institución tuvo claro casi desde el primer momento que necesitabamos ayuda profesional. En la vida hay que saber lo que sabemos hacer, las aptitudes que tenemos y, por lo tanto, hasta donde llegamos.
Y así de esta manera es como llegó a esta Casa la figura de un asesor de comunicación y marca. Tras varias reuniones de equipo se llevaron a cabo diversas acciones. Es cierto que cuando un proyecto sale a la luz antes ha habido mucho tiempo de preparación y de puestas en común.
Esther Martín no solo comunica bien por su profesión y por las herramientas de las que dispone; comunica bien por su manera de ser y por su actitud ante la vida. Todo esto es fundamental en esta Casa y con las personas que la habitan. Ella lo piensa y lo pone todo en marcha para poder ejecutar la acción; si en ese momento aparece Vidicam, pues... ¡ZAS!... ¡se visualizan los sueños y casi que se tocan!.
Estas personas, una vez realizadas muchas reuniones con nuestros equipos, han creído en las posibilidades de los chicos casi más que nosotros. Siempre hubo una química especial entre todos ellos, no se conocían pero se entendieron a la primera.
Durante todo este tiempo se han realizado muchas entrevistas con los chicos, ha habido muchos coloquios y muchas conversaciones individuales. En todos estos procesos nuestros chicos han expresado sus miedos, frustraciones, inquietudes, deseos... contaron sus vidas, su pasado, su presente y, sobre todo, ¡la ilusión que tienen por su futuro!
En estas entrevistas se ha hablado de todo y de todos. Se abrieron a su interlocutora sin temor ni restricciones mentales. Y así comenzó una relación muy estrecha y un caminar juntos sin temor a nada.
Al realizar el análisis de todas las entrevistas se vió como casi todos los chicos se dirigían hacia temas muy actuales, con mucho calado social, y donde casi siempre destacaba una persona sobre todas las demás. Un hombre bueno, humilde, generoso, transparente, muy humano y también valiente. Ellos no le veían como alguien famoso, pero sí como a alguien cercano y hasta accesible. Esta persona es el Papa Francisco como dicen ellos.
Todo este proceso lo visionó Esther Martín y desde su profesionalidad planeó un proyecto que se salía de lo normal, de la realidad que nos apabulla. Era algo extraordinariamente hermoso pero difícil de lograr.  Y pensó que ya que el Papa Francisco no venía a Ávila... ¿por qué no va la Casa Grande al Vaticano?. ¡Hay que decir que esta vez se pasó en los sueños!.
Pero como siempre sucede con esta mujer, nunca se le puede decir que no. Hay que intentarlo y no ser negativos ni poner obstáculos. ¡Esta es una premisa para trabajar bien con ella!. Esther Martín y Vidicam forman un tándem perfecto para que una empresa realice grandes proyectos.
Y así comenzó esta historia desde el más profundo de los silencios, con la máxima discrección, caminando de puntillas para no hacer ruidos, soñando todos los días un poquito y teniendo la cabeza muy fría y en su sitio por si no veíamos cumplido nuestro sueño.
Lo conocíamos muy pocos, un número bastante reducido, pedimos consejo a nuestro Obispo, a nuestro querido Don Jesús García Burillo, al que siempre ha confiado en nosotros, nos ha ayudado y, sobre todo, ha creído "en nuestros muchachos y muchachas" como dice él.
Y así fue como se realizó "el vídeo" de la mano de Esther Martín y Vidicam. Ella decidió quienes participaban, cómo lo hacían y en qué contexto. La grabación fue impactante porque los chicos siempre superan las expectativas que tenemos sobre ellos. Se descubren aptitudes desconocidas en ellos, lo que hace que nuestro compromiso y nuestros objetivos sean cada vez mayores.
Mandamos el vídeo en una tablet al Vaticano y aunque la misión era difícil, ¡nos salió bien!. Y el Santo Padre vió el vídeo de los chicos de la Casa Grande de Martiherrero en Ávila. Después vino la invitación a visitarle y nuestra alegría porque se alcanzó el objetivo, gracias, sobre todo, a un trabajo de equipo bien hecho.
Y aquí estamos expectantes, ilusionados y a la espera de que llegué ese 2 de septiembre de 2015 donde 3 chicas y 5 chicos de la Casa Grande de Martiherrero llegarán a la plaza de San Pedro de Roma para cumplir un sueño, su sueño, a la vez que representan a un gran colectivo.
Gracias a todos los que han hecho posible estar en esta situación, gracias a un equipo por creer en "imposibles", gracias a las familias de estos chicos por confiar en nosotros, en ellos y por el esfuerzo económico que van a hacer para que puedan volar. Gracias a nuestro querido Obispo de Ávila por estar siempre ahí, a nuestro lado, ayudándonos a caminar. Y gracias a vosotros, los chicos de la Casa Grande, por ser como sois: sinceros, responsables y libres para expresar vuestros sueños, esos que son vuestros objetivos pero que casi siempre están en silencio y ocultos por miedo a una sociedad que no os entiende porque aún sigue sin conoceros.
¡Lo habéis conseguido chicos! Hoy sois los protagonistas de vuestra vida, porque en esta historia habéis sido "primera persona", nadie os ha dirigido. Por todo ello y por ser como sois... ¡OS QUEREMOS!

jueves, 23 de julio de 2015

Y poco a poco va pasando el mes de Julio


Ha pasado un mes desde que la Casa Grande celebró su día, su acto central, y como es costumbre entre nosotros... pues volvimos a nuestra rutina diaria, a nuestros hechos maravillosos y, sobre todo, a nuestra tarea silenciosa.
Estamos aquí, no nos hemos ido (aunque falta poco para las vacaciones) y gracias a muchos trabajadores de esta Casa, el mes de julio está resultando divertido, entretenido... en definitiva: fantástico.
De lunes a viernes hay mucho trabajo en los talleres, así que hay que ser responsables y disciplinados para sacar adelante toda la producción. Es cierto que hace calor y que cuesta mucho más esfuerzo realizar el trabajo, pero no queda otra... toca hacer lo que toca y aunque sea con más esfuerzo hay que ser productivos.
Los invernaderos están en plena producción, ¡da gusto verlos! Y los jardines de la Casa Grande invitan a pasear por ellos. Son dos talleres complicados en el mes de julio porque la climatología es un poco adversa en este mes. Pero no importa, es cuestión de cambiar horarios para sobrellevarlo mejor.
Algunos trabajadores están de vacaciones, durante un mes se alejan de nosotros para descansar y disfrutar de sus familias y de sus hobbies. Se alejan de esta Casa pero no de nuestras vidas.
Y los que se quedan organizan en residencia lo que desde hace unos años llamamos "el mes cultural". Julio es un mes lleno de actividades divertidas y también didácticas. "Aprenden jugando". Todos los fines de semana hay actividades maravillosas que les hacen salir de la rutina. Todo el mundo durante el periodo estival procura divertirse y hacer cosas diferentes, la Casa Grande también, ¡faltaría más!.
Gracias a todas esas personas que trabajan en residencia y que junto a Sonia Abad han querido que este mes estuviera lleno de sorpresas y mucho divertimento. Jugando se adentraron en el mundo de la prehistoria y también sintieron como se vivía en la Edad Media. ¡Qué trajes más vistosos y cuanta laboriosidad tenían! Y todo con un coste mínimo. A esto se le llama imaginación y genialidad.
Han conseguido adentrar a los chicos en el mundo hippie llevando a cabo una fiesta con muchas connotaciones de esa época. ¡Qué guapos estaban y qué caras más risueñas y sonrientes!.
Si a todo esto unimos la generosidad y entrega de personas voluntarias que quieren a la Casa Grande, pues se consiguen día maravillosos fuera de casa y con una actividad frenética.
La excursión al Valle Iruelas con la presencia de los Jabatos Quad ha sido espectacular. Cuando la vida de alguien es muy tranquila y hasta monótona, cuando la vida es muy rutinaria... el hecho de estar en un espacio abierto donde solo ves agua y montañas y lo haces subido en un quad, hace que alguien se sienta libre, lleno de sensaciones nuevas y consigue que hasta las personas con dificultades físicas crean que vuelan como una gacela. Esta excursión ha resultado espectacular y, como siempre ocurre, esto está promovido por alguien que quiere mucho a estos chicos. No diré su nombre porque se que no le gusta pero si te doy las gracias, a tí, a la persona que les hace vibrar cada vez que aparece en sus vidas.
Y después de tanto subidón y tanta adrenalina vino la calma, la paz, el extasis. Gracias Tania Campillo por la empatía que has demostrado hacia estos chicos. En muy poco tiempo te los has ganado. Tu sensibilidad, tu generosidad y tu gran corazón ha traído la música clásica (y no tan clásica) a la Casa Grande. Ese cuarteto de cuerda tan sublime, consiguió cortar hasta la respiración a todo un salón de actos con más de 100 personas. Y... ¿sabes por qué lo conseguísteis? Porque les hicísteis participar y meterse dentro de ese cuarteto como si fuesen un músico más. ¡Fue una gran clase didáctica sobre música! Gracias a Nuria, Nicolás y Laura Campillo por querer estar aquí. Tenéis mucho corazón y mucha grandeza. Otra vez más habéis demostrado la estrecha relación que hay entre la música y la discapacidad intelectual.
Y así va pasando el mes de julio como preludio a una merecidas vacaciones. Pero eso sí, aún quedan cosas por hacer en estos días y siempre acompañados por nuestros americanos, ese grupo maravilloso que ya son como de nuestra familia, porque todos los años cuando llegan a Ávila nos visitan todo el mes haciendo un fantástico voluntariado en la Casa Grande. Thank you so much for moving USA closer to the Casa Grande!

lunes, 13 de julio de 2015

Discurso Doña Pura Alarcón, 50 años de la Casa Grande de Martiherrero

Buenos días:

Bienvenidos a todos y gracias por acompañarnos en este día. Hemos llegado a los 50 años y pensarlo da vértigo pero, a la vez, es un motivo de satisfacción por ser la primera entidad de Ávila y de la provincia que llega a esta meta. Su presencia nos reconforta y nos da fuerzas para continuar por el camino que alguien nos trazó. 


Hoy, 17 de junio de 2015, hay que tener memoria histórica y retrotraerse en el tiempo. Toca rendir homenaje a los que no lo tuvieron fácil a la hora de emprender un camino lleno de curvas.

Esta institución surgió desde Cáritas Diocesanas de Ávila, donde el sacerdote D. Bernardo Herráez, D. Alfredo Abella, siempre acompañado por su esposa, Dª. Carmen Santacana, que era sus ojos y sus manos, y, por último, el abogado D. José Santacana, se reunían y conversaban sobre asuntos y problemas de justicia social. No tenían hijos ni allegados con discapacidad psíquica, pero sí tenían vocación de servicio y entrega a los demás. 

Partieron de un sueño y sin más equipaje que su entusiasmo, coraje, sencillez y humanidad, siempre pensaron que esta obra tenía que beneficiar a muchas personas. De esta manera comenzaron su andadura, iniciando un recorrido por una provincia donde no había servicios sociales ni se les esperaba. Trataron de ayudar a personas desvalidas que buscaban un rayo de luz donde solo había tinieblas y oscuridad. Creyeron en lo que otras gentes consideraban causas perdidas. Estuvieron cerca de las personas desprotegidas y más vulnerables.

Juzgar cómo se hicieron las cosas en esos años carecería de rigor histórico si se trata de hacer desde una visión de hoy, con las herramientas actuales.


Atrás quedan muchos días de esfuerzos, horas de angustias, decisiones difíciles y alguna frustración. También hubo y hay muchos minutos de profundas reflexiones realizadas desde el fondo del alma y con el máximo respeto.

Con una actitud positiva y mucho esfuerzo, se pudo ir cambiando a determinados estamentos sociales que tenían actitudes obsoletas y poco profesionales y hasta, a veces, no se escandalicen, actitudes hipócritas.
 

Ahora bien, sobre todo quedan muchísimos segundos de alegría por el trabajo bien hecho, afán de superación, entrega y también mucha profesionalidad para buscar los parámetros de calidad que se merece el ser humano. Hacer el bien engrandece y reconforta a quien lo hace. 


Dicen que el trabajo dignifica al hombre, pero si además está relacionado con los débiles y desprotegidos, entonces se convierte en tu proyecto, tu reto, tu ilusión y tu esperanza. Para que todo esto suceda, no se puede estar solo, se necesita la ayuda de las administraciones, diputaciones, ayuntamientos, organismo oficiales y, además, la empresa privada.



Ninguna entidad tendría valor por sí misma de no ser por estar acompañada por grandes profesionales que desempeñan un trabajo difícil con objetivos muy a largo plazo. Estos profesionales necesitan mucha coherencia, espíritu de equipo y mucho entendimiento y coordinación entre ellos.



Esta institución quiso caminar siempre por una línea recta y llena de coherencia. Es cierto que a veces se buscaron sombras donde había claridad. Todos somos humanos y libres a la hora de opinar. La libertad es algo que va con uno mismo y hace que cada persona esté al mando de sus opiniones, pero que nadie olvide que nunca se está en posesión de la verdad absoluta.


La Casa Grande de Martiherrero ha sido y es una institución viva porque las personas que han pasado por ella han sido su motor y su corazón. Ha sido un ente activo porque se ha movido y ha hecho cosas, por eso se ha equivocado y, a veces, hasta ha fallado. El que no hace nada cree que nunca se equivoca, pasará por la vida con más pena que gloria, lo cual ya es una equivocación.

Martiherrero pesa mucho, amigos míos. La Casa Grande es algo más que un lugar, más que un espacio físico. Nació con mucha grandeza de alma y sigue trasmitiendo serenidad y calma. Enseña a ser responsables y buena gente, que es el título más gratificante y maravilloso que existe.

Desde hace 50 años ha estado al servicio de personas que vivieron y viven sus vidas de acuerdo al guión que otros les escribieron. Es por todo ello por lo que no se nos van a olvidar nunca nuestras obligaciones éticas y morales para con todo este colectivo.

Nos comprometemos a continuar trabajando y ayudando a todas las personas con capacidades psíquicas diferentes. Nuestro reto es hacer realidad sus sueños y situarles en el lugar que por ley les corresponde.

Seguiremos caminando y seguiremos viviendo, unas veces desde las luces y otras desde las sombras..., pero, permitanme que les diga que, aún desde las tinieblas más profundas, nadie podrá negar nunca el carácter social y humanitario de esta Institución abulense cuya misión es conseguir una sonrisa y una vida digna para las personas que más lo necesitan. A día de hoy tenemos 130 compromisos que tienen nombre y apellido.

Mientras la sociedad nos necesite esta fundación de la Diócesis de Ávila seguirá sirviendo a la sociedad. Fue la primera en vislumbrar la necesidad, fue la primera que abrió caminos a otras respuestas. Es de justicia reconocerlo porque además los documentos históricos así lo acreditan.


A todos nuestros proveedores: gracias por su esfuerzo para no dejarnos en la estacada, y nuestro agradecimiento a nuestras empresas amigas, a aquellas que siempre han estado prestándonos su ayuda profesional y económica.


Señores y señoras entre 1965 y 2015 han pasado 50 años. Personas con visión de futuro y mucha grandeza de alma empezaron abriendo una ventana en la sociedad. Hoy tenemos muchas puertas abiertas al mundo. Este es nuestro orgullo.

Con razón la misión es extraordinaria y el reto continua siendo un sueño y los sueños son utopías que, a veces, se realizan. Esta es la magia de la vida, la que empezó hace 50 años aquí, en Martiherrero.
 

Gracias.

miércoles, 1 de julio de 2015

Comunicado de D. Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.

Queridos abulenses:

Esta semana hemos celebrado un precioso aniversario en nuestra diócesis: el Centro de Educación Especial “Santa Teresa” de Martiherrero cumple 50 años, siendo referencia histórica en Ávila para dar servicio a personas con alguna discapacidad física o psíquica.

El edificio nació en un principio como balneario (1897). Más tarde, pasaría a ser cárcel durante la Guerra Civil y luego sanatorio para tuberculosos. En 1965, el entonces obispo de Ávila, recordado y querido D. Santos Moro Briz, se fijó en estas instalaciones para reconvertirlas en un Centro de Educación Especial. En una época en que los discapacitados apenas tenían ayuda y apoyo, la Iglesia comprendió la necesidad de ayudarles, sabiendo que existía un lugar donde estas personas pudieran desarrollarse y crecer en su dignidad. Hubo que pedir la cesión del inmueble, por parte del Estado, a la Diputación, para después encargarle a Cáritas Diocesana que gestionara su puesta en marcha. El Delegado de Cáritas era entonces D. Bernardo Herráez. Junto a él, don José Santacana y don Alfredo Abella fueron capaces de poner en marcha este proyecto, que acogió en un principio a ocho niños.

Desde el comienzo de su andadura, el Centro de Educación Especial “Santa Teresa” tuvo claro su fin primordial: “la educación y formación religiosa, cultural y social de los discapacitados físicos y psíquicos”, “finalidad que responde a la positiva y ardiente caridad de la Iglesia por la promoción y progreso de las clases más humildes”, según se recoge en el documento fundacional canónico del centro en 1970. Desde entonces y hasta el día de hoy, quienes han estado al frente de este hermoso proyecto se han mantenido fieles al cuidado y promoción de los discapacitados de nuestra provincia.

No exageramos cuando decimos sentirnos felices por esta preciosa obra. Ciertamente, es obligado trabajar por la dignidad de las personas, en especial por las que tienen minusvalías. Duele comprobar que nuestro mundo estima al ser humano por su belleza, por su inteligencia o su poder, por la excelencia de sus cualidades, mientras desecha todo lo que no se ajusta a esos cánones de perfección, hasta el punto de negar el derecho a vivir a quienes padecen algún defecto. Las personas con una deficiencia psíquica hoy se encuentran marginados de nuestra sociedad. Aunque la verdadera incapacidad nace de la prepotencia y la soberbia imperantes, de creernos llenos de capacidades, cuando falta la única que hace auténticas todas las demás: la de saberse amado y amar, y saber amar a todos y cada uno de los seres que tenemos junto a nosotros. El verdadero derecho humano consiste en la dignidad de la persona humana, dignidad que hay que respetar en cualquier situación.

Trabajar por la dignidad de los chicos y chicas que componen la historia de Martiherrero nos ha enseñado que estas personas, con capacidades diferentes, son especialmente sensibles y sumamente agradecidos. Cada persona es una historia sagrada. Cada ser humano tiene su secreto, su misterio. Creemos en el valor de cada persona, sean cuales sean sus dones o sus límites. Creemos más que nunca en el valor único de cada persona; en la necesidad de construir una sociedad más humana donde todo hombre sea reconocido y encuentre su sitio ya que cada uno tiene una verdad diferente que aportar.

Queridos amigos, en el 50 aniversario de “La Casa Grande de Martiherrero” agradecemos el trabajo y la dedicación de sus gestores, así como de todo el personal que ha conformado la historia de este Centro. Ellos son los artífices de esta preciosa obra, hoy más viva que nunca. Gracias por seguir apostando por la dignidad del ser humano, y por creer que, con esfuerzo, paciencia y amor, cada persona encontrará su lugar en el mundo. Y un cariñoso saludo a los chicos y chicas de Martiherrero por demostrarnos con vuestra alegría diaria que cuando falla la inteligencia se desarrolla más el corazón.

Jesús García Burillo
Obispo de Ávila