lunes, 13 de julio de 2015

Discurso Doña Pura Alarcón, 50 años de la Casa Grande de Martiherrero

Buenos días:

Bienvenidos a todos y gracias por acompañarnos en este día. Hemos llegado a los 50 años y pensarlo da vértigo pero, a la vez, es un motivo de satisfacción por ser la primera entidad de Ávila y de la provincia que llega a esta meta. Su presencia nos reconforta y nos da fuerzas para continuar por el camino que alguien nos trazó. 


Hoy, 17 de junio de 2015, hay que tener memoria histórica y retrotraerse en el tiempo. Toca rendir homenaje a los que no lo tuvieron fácil a la hora de emprender un camino lleno de curvas.

Esta institución surgió desde Cáritas Diocesanas de Ávila, donde el sacerdote D. Bernardo Herráez, D. Alfredo Abella, siempre acompañado por su esposa, Dª. Carmen Santacana, que era sus ojos y sus manos, y, por último, el abogado D. José Santacana, se reunían y conversaban sobre asuntos y problemas de justicia social. No tenían hijos ni allegados con discapacidad psíquica, pero sí tenían vocación de servicio y entrega a los demás. 

Partieron de un sueño y sin más equipaje que su entusiasmo, coraje, sencillez y humanidad, siempre pensaron que esta obra tenía que beneficiar a muchas personas. De esta manera comenzaron su andadura, iniciando un recorrido por una provincia donde no había servicios sociales ni se les esperaba. Trataron de ayudar a personas desvalidas que buscaban un rayo de luz donde solo había tinieblas y oscuridad. Creyeron en lo que otras gentes consideraban causas perdidas. Estuvieron cerca de las personas desprotegidas y más vulnerables.

Juzgar cómo se hicieron las cosas en esos años carecería de rigor histórico si se trata de hacer desde una visión de hoy, con las herramientas actuales.


Atrás quedan muchos días de esfuerzos, horas de angustias, decisiones difíciles y alguna frustración. También hubo y hay muchos minutos de profundas reflexiones realizadas desde el fondo del alma y con el máximo respeto.

Con una actitud positiva y mucho esfuerzo, se pudo ir cambiando a determinados estamentos sociales que tenían actitudes obsoletas y poco profesionales y hasta, a veces, no se escandalicen, actitudes hipócritas.
 

Ahora bien, sobre todo quedan muchísimos segundos de alegría por el trabajo bien hecho, afán de superación, entrega y también mucha profesionalidad para buscar los parámetros de calidad que se merece el ser humano. Hacer el bien engrandece y reconforta a quien lo hace. 


Dicen que el trabajo dignifica al hombre, pero si además está relacionado con los débiles y desprotegidos, entonces se convierte en tu proyecto, tu reto, tu ilusión y tu esperanza. Para que todo esto suceda, no se puede estar solo, se necesita la ayuda de las administraciones, diputaciones, ayuntamientos, organismo oficiales y, además, la empresa privada.



Ninguna entidad tendría valor por sí misma de no ser por estar acompañada por grandes profesionales que desempeñan un trabajo difícil con objetivos muy a largo plazo. Estos profesionales necesitan mucha coherencia, espíritu de equipo y mucho entendimiento y coordinación entre ellos.



Esta institución quiso caminar siempre por una línea recta y llena de coherencia. Es cierto que a veces se buscaron sombras donde había claridad. Todos somos humanos y libres a la hora de opinar. La libertad es algo que va con uno mismo y hace que cada persona esté al mando de sus opiniones, pero que nadie olvide que nunca se está en posesión de la verdad absoluta.


La Casa Grande de Martiherrero ha sido y es una institución viva porque las personas que han pasado por ella han sido su motor y su corazón. Ha sido un ente activo porque se ha movido y ha hecho cosas, por eso se ha equivocado y, a veces, hasta ha fallado. El que no hace nada cree que nunca se equivoca, pasará por la vida con más pena que gloria, lo cual ya es una equivocación.

Martiherrero pesa mucho, amigos míos. La Casa Grande es algo más que un lugar, más que un espacio físico. Nació con mucha grandeza de alma y sigue trasmitiendo serenidad y calma. Enseña a ser responsables y buena gente, que es el título más gratificante y maravilloso que existe.

Desde hace 50 años ha estado al servicio de personas que vivieron y viven sus vidas de acuerdo al guión que otros les escribieron. Es por todo ello por lo que no se nos van a olvidar nunca nuestras obligaciones éticas y morales para con todo este colectivo.

Nos comprometemos a continuar trabajando y ayudando a todas las personas con capacidades psíquicas diferentes. Nuestro reto es hacer realidad sus sueños y situarles en el lugar que por ley les corresponde.

Seguiremos caminando y seguiremos viviendo, unas veces desde las luces y otras desde las sombras..., pero, permitanme que les diga que, aún desde las tinieblas más profundas, nadie podrá negar nunca el carácter social y humanitario de esta Institución abulense cuya misión es conseguir una sonrisa y una vida digna para las personas que más lo necesitan. A día de hoy tenemos 130 compromisos que tienen nombre y apellido.

Mientras la sociedad nos necesite esta fundación de la Diócesis de Ávila seguirá sirviendo a la sociedad. Fue la primera en vislumbrar la necesidad, fue la primera que abrió caminos a otras respuestas. Es de justicia reconocerlo porque además los documentos históricos así lo acreditan.


A todos nuestros proveedores: gracias por su esfuerzo para no dejarnos en la estacada, y nuestro agradecimiento a nuestras empresas amigas, a aquellas que siempre han estado prestándonos su ayuda profesional y económica.


Señores y señoras entre 1965 y 2015 han pasado 50 años. Personas con visión de futuro y mucha grandeza de alma empezaron abriendo una ventana en la sociedad. Hoy tenemos muchas puertas abiertas al mundo. Este es nuestro orgullo.

Con razón la misión es extraordinaria y el reto continua siendo un sueño y los sueños son utopías que, a veces, se realizan. Esta es la magia de la vida, la que empezó hace 50 años aquí, en Martiherrero.
 

Gracias.