jueves, 10 de septiembre de 2015

GRACIAS SANTIDAD, GRACIAS PAPA FRANCISCO

Son las seis de la tarde del jueves 3 de septiembre de 2015 y estamos volando de Roma Madrid. A través de las ventanas observo las nubes y una luz blanca que me transmite paz aunque esté rodeada de personas dentro de este avión.
Como tengo casi tres horas por delante me dedico a pensar y a revivir cada minuto vivido desde que hace dos días salimos de Ávila.
Y... es cierto que la realidad ha superado muchísimo las expectativas que teníamos sobre este proyecto. Desde ayer necesitamos pellizcarnos para ver que lo que hemos vivido es real como la vida misma.
Ayer amanecimos muy pronto, tanto que a las ocho de la mañana estabamos en la plaza de San Pedro y hay que decir que ya había bastante gente. Pasamos varios controles mostrando la credencial que recogimos en el Vaticano el día anterior. Lo que nunca imaginamos era el lugar tan privilegiado que teníamos asignado. Había más de 50.000personas en la plaza de San Pedro y nosotros teniamos la fortuna de estar muy cerca del Papa Francisco.
Cuando hace unos meses vio el video de nuestros chicos entendió bien lo que pedían: querían conocerle e ir a su casa ¡Y vamos que le han conocido!
Cuando apareció l Papa Francisco en el coche pasando a nuestro lado y saludando a los allí congregados, nos quedamos sorprendidos y expectantes ante lo que veíamos y que solo observamos en televisión. Los chicos le miraban alucinados y aplaudían entusiasmados. Eso sí, siempre sintiendo con mucha serenidad el momento que estabamos viviendo.
Y así a las 10h de la mañana comenzó la ceremonia en la cual nos nombraron junto a otras entidades del mundo que se encontraban allí. Cuando sonó en la plaza de San Pedro del Vaticano el nombre del Centro de Educación Especial Santa Teresa de Martiherrero en Ávila, España, aplaudimos con mucho entusiasmo y fue cuando comprendimos la dimensión del Acto que estabamos viviendo y, porque no decirlo, nos sentimos orgullosos.
Allí estaban Fernando Maroto, Juan Carlos González, Pedro González Pulido, Eduardo Jiménez, Oscar Martín, Maria Cuerva, Verónica Sánchez y Luisa Villarino muy orgullosos de representar a todos sus compañeros de la Casa Grande, a los cuales siempre han tenido en su memoria. Y también estabamos allí dos personas de la Casa Grande en representación de todos los trabajadores, pero, permitánme que nombre a la que por derecho tenía que estar Mª Teresa Vega, jefa de Recursos Humanos, esa mujer que desde hace muchos años representa el pasado, el presente y el futuro de esta Institución. Representa la memoria histórica de Martiherrero, pero desde el silencio. ¡Quien mejor que ella para representar a cien personas!
Cuando el Papa Francisco nos habló en la catequesis sobre la familia y el valor que esta tiene, pensé mucho en las familias de nuestros chicos, en el papel que desempeñan en sus vidas,  en los afectos que tienen que recibir de ellas, y... también lo diré, pensé en la familia de la Casa Grande de Martiherrero, en ese cariño sincero de los chicos hacia los trabajadores y en la entrega responsable de estos hacia ellos, sus chicos, realizando un trabajo que aún siendo algunas veces delicado y hasta difícil es gratificante por todas las connotaciones que tiene.
¡Parecía un mensaje escrito para nosotros mismos! Y allí estabais todos los chicos atentos a lo que escuchábais, y ademas observando todo lo que sucedía a vuestro alrededor. Así llegamos al final del Acto y al cabo de unos minutos fue cuando el Papa Francisco bajó los escalones que conducen a la entrada de la Basílica y se acercó a conocernos y a hablar unos minutos con nosotros, pero fundamentalmente con los chicos. Les saludó, le dijeron como se llamaban, le transmitieron sus deseos, temores, alegrías y le hablaron de la Casa Grande de Martiherrero. El Papa Francisco les miró a los ojos, les escuchó con mucho respeto y con calma. En ningún momento cortó la conversación, todo lo contrario, compartió con ellos sus pensamientos.
Fue como si se paralizara todo y solo se escuchara la conversación que mantenía el Papa con unos chicos que en ese preciso momento estaban siendo ellos mismos en primera persona y sin ningún guion escrito para ellos. Fueron auténticos, sin dobleces, ni miedos, ni nervios. Todo lo contrario, estuvieron tranquilos y serenos porque su interlocutor les transmitió seguridad. Les cogió la mano, les acarició la cara con un gesto afectuoso y les pidió que rezaran por el, y esto ultimo les conmovió. ¿Cómo puede ser que el Papa, ese Señor tan importante, les pida algo a ellos? ¡Pues así fue y así lo van a hacer!
Y a los demás nos apoyó y nos dió fuerzas para seguir trabajando en este proyecto maravilloso. Ese fue el momento en el que todos los que trabajamos en la Casa Grande de Martiherrero estuvimos más juntos que nunca aunque muchos no estuvieran allí presentes.
Cuando finalizó todo el Acto estabamos que casi tocabamos el cielo con las manos aunque eso sí, con las ideas muy claras en cuanto a los que acababamos de vivir. ¡El esfuerzo había merecido la pena!
En este acontecimiento hemos tenido mucha memoria histórica, hemos querido rendir el mas sincero de los homenajes a todas las personas que pusieron su granito de arena para que esta Institución supiera llevar a cabo el compromiso de servicio a la sociedad. Nos hemos acordado de todos los chicos que a lo largo de los años han pasado por esta Casa y, sobre todo, hemos creído en vosotros y en vuestras capacidades.
¡Sois muy grandes chicos y muy buena gente! Y ahora a seguir caminando hacia un futuro color esperanza, así que... ¡a trabajar por ello!